El Confinamiento y su aspereza
El confinamiento nos ha dado un espacio para reflexionar y recordar lo que somos y con quienes estamos, siendo un todo que forma parte de la espera.
Cada cuanto nos recordamos de los que no reciben de abrazos, de los que se nos hacen muy distantes, porque la compasión nos parece obscena…
Cada cuanto recordamos a los que se cuelgan de la hora, porque aún deprisa, parece que todo de repente transcurre en espacios perdidos, en sensaciones monótonas. En un tiempo de espera
Cada cuanto revisamos el reloj, las publicaciones de confinamiento, la farándula y el entretenimiento mientras saludamos a nuestra depresión. Se nos pasa el tiempo, en cada cuanto que nos sentamos para escribirles realmente, para dejar la lástima y la culpa, para actuar con ellos.
En los medios, en los miedos en las cláusulas de espera. Nos situamos, nos pausamos, mantenemos las promesas. Respuestas, respuestas, esperamos y el alma nos tientan; vacíos y desconciertos entre nuestras cruces de espera.
Cada cuanto nos olvidamos por quienes leemos, sumergidos en las palabras de los otros otros; pero no tan nosotros, porque el vacío acrecienta en el diafragma alimentado de silencios mutuos. Suspensos, continua la espera
Cada cuando pensamos en que nos volveremos a ver con los mismos ojos, con breves pausas. Recordando las voces, de los que no mantuvieron esa misma espera, porque los dientes se les fueron arrancados antes de ser realmente escuchados. Porque nunca pudieron estrechar sus brazos, manos, sus dedos y sentir la suavidad y el calor que esto produce cuando estas cerca, realmente cerca. Cada cuanto nos cuestionaremos con la voz en grave, que el silencio sí valió más no la espera…
¿Cuando termine el confinamiento, estaremos listo realmente para salir?
Cada cuanto volveremos a repetir el mismo cuento, la misma espera.